‘La marquesa de Sade’

Ayer fui al Teatre Akademia por primera vez. Es una sala muy pequeña, relativamente nueva, con un formato de asientos algo incómodo. Son gradas con un sólo asiento, como si fuera un banco; eso sí, de espuma. Antes del inicio de la obra ya nos encontramos con los primeros desatinos, colocarnos sin tener separación entre personas. Vamos, como el metro antaño, que como te tocara estar entre dos personas anchas, ibas apañado. Por supuesto no hay numeración, son muy pocas localidades, calculo que unas 80 y estaba lleno. Las dos últimas parejas que llegaron se tuvieron que sentar separadas entre ellas. Y la verdad, eso te deja un mal sabor de boca antes de empezar.

La marquesa de Sade

En cuanto a la puesta en escena…de presupuesto ajustado pero muy bien logrado. El vestuario merece especial mención y no sólo porque fuera elegante, atractivo y llamativo, sino que los vestidos han sido hechos a medida de las actrices, y eso, es un gran lujo. La interpretación correcta, destacando el papel de Muntsa Alcañiz, que desde mi punto de vista, lo borda. Y el texto, dividido en tres actos, peca en el tercero de demasiado denso. Si bien en su conjunto queda bien resuelto el tema de la obra. Seis mujeres que hablan del Marqués de Sade, protagonista sin aparecer en ningún momento en escena. El director Emilià Carilla nos invita a reflexionar con esta adaptación de Konrad Zschiedrich al catalán, sobre la doble moral, los sentimientos, las relaciones personales, los grandes momentos de cambio en la historia…. Y todo ello, sin hablar de ello.

Y finalmente, en la representación de ayer, al finalizar la obra se realizó un coloquio con el director y las actrices. Un coloquio que nos enriqueció durante una hora, puesto que es el momento en que ellos nos pueden decir qué han sentido con la obra, porqué esa obra, porqué esas actrices, porqué esto o aquello… Me quedo con el agradable sabor de boca de haber escuchado a Emilià Carilla explicarnos el proceso de gestación y con la explicación de Muntsa Alcañiz sobre el autor de la obra, un japonés Yukio Mishima que acabó haciéndose el harakiri. Y todo esto amenizado con un vino que lamentablemente sirvieron en vasos de plástico blancos…pero que aún así estaba buenísimo.

 

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